sábado, 27 de octubre de 2007

HACIA EL OTRO. PARA EL OTRO


Ninguna virtud, habilidad o sabiduría es confortadora si se ejerce por y para uno mismo. Deja entonces en nuestro paladar el rastro de lo insuficiente.

La sabiduría empleada en el propio beneficio se torna astucia. Y no nos basta.

Astucia llaman también al egoísmo.

La humildad, cuando se practica por miedo, o por comodidad, se convierte en apocamiento.

Humildes son los habitantes del humus, o sea, de la tierra. Los otros son los dioses.

No es mala cosa considerarse uno a sí mismo como un dios. Lo peor es negar la divinidad de las otras personas o cosas.

Ningún acto de bondad ayuda, ni siquiera a uno mismo si es que se hace por uno mismo, esperando el aplauso de los otros, o de uno mismo.

Nadie nos contempla en nuestro grandioso espectáculo de bondad. El humano desea ser contemplado en el cosmos, no quiere sentirse solo desde el nacimiento al fin.

De nada sirve la bondad si es el mero cumplimiento mecánico de una norma. Pues de tal modo nada se lleva a la consciencia. Y no se realiza en beneficio propio y ajeno, sino por mero automatismo, llámesele miedo, si se quiere.

El ejercicio del bien no basta si es que no presta atención a las otras personas. Pero la verdadera atención a las personas y a las cosas basta por si misma.

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