domingo, 28 de octubre de 2007

DOLOR DE LO MALO, SUFRIMIENTO DE LO PEOR


Duele el mal en las otras personas y en uno mismo. Dolor es mal y mal es daño.

No puedo encontrar otra definición más clara del mal, ni otra más universal.

Hacer el mal es hacer daño a los otros.

Ahora.

Duele el mal en las otras personas. Y esto tal vez sea afán de justicia. Nos duele que haya personas que quieran dañar a otras, movidas por su propio error. Qué infierno es ese.

Ahora.

Duele también el mal cuando aflora en uno mismo, cuando emerge en forma de emociones primarias, tal como las envidias, los rencores, las mezquindades, los celos, las iras. Consideramos estas emociones tan indignas de nuestra propia persona que ni siquiera las reconocemos. Creemos que esos defectos sólo pertenecen a los otros.

Ahora.

Y cuando por fin los reconocemos en nosotros mismos, somos incapaces de afrontarlos.

Ahora.

Cuando me encaramo a las más altas cotas de la sabiduría, vuelven los errores más torpes. Los reconozco, pues los conozco de antiguo. Los contemplo y los dejo pasar. No los justifico, no los llamo, no los evito, no lucho contra ellos, no los llamo míos y desaparecen. Del mismo modo que aparecieron ahora se van.

Y el sol transita de nuevo en el extenso celeste.

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