miércoles, 11 de julio de 2007

VUELTA AL PARAISO


¿Cuántas veces en nuestra vida hemos podido decir que nos encontrábamos perfectamente sanos y felices? Tenemos la ilusión de una satisfacción, de un bienestar y de una completud total en nuestras vidas. En ocasiones asociamos esta vaporosa ilusión a vagas reminiscencias de una infancia o una juventud soñada, pero no vivida. Pocos son los humanos que pueden decir que no han gozado de ningún momento de tregua en sus desazones. Ningún humano puede recordar una dicha duradera, que no haya sido interrumpida por la necesidad, el infortunio o el deseo.

Deseamos recobrar un paraíso abandonado. Sabemos que existe, pero desconocemos su ubicación determinada. Deseamos.

Intentamos recordar dónde queda el paraíso, en qué lugar lo perdimos, qué errores cometimos para que de él fuéramos expulsados.

Recuerdo que en mi juventud me inventé un término privado que siempre usaba conmigo mismo para nombrar un vislumbre de una sensación que no lograba apresar por completo. A esta sensación la llamaba yo “el presente/presente”. Era entonces yo joven y cursaba vida de tal. Vivía de ilusiones de futuro, y suponía que en este tiempo venidero debería llegar yo como un torrente a remansarme y no anhelar más nada en el porvenir. Alcanzaría entonces a vivir una vida más completa. Lograría por fin residir en “el presente/presente”.

Y paradoja: algunas veces he añorado ese pasado, tiempo en el cual no vivía sino en el futuro imaginado. Ahora.

Vivir en el presente no es más que gozar de la vida. Y gozar de la vida no es más que despertar a la vivencia real y plena de nuestros momentos, de cada momento. El único medio y requisito para alcanzar este logro raro y a la vez sencillo consiste en la atención.

El “deseo” no es “malo”. No se trata aquí de un asunto de moral. Pero hemos de reconocer que el deseo entraña una pérdida de atención respecto a nuestra vida presente (nuestra vida), y una fijación en el pasado. Sólo se desea lo que pertenece al pasado.

La atención no es otra cosa que liberarse uno de los hábitos y las rutinas mentales.

1 comentario:

Carmen dijo...

A veces pienso que añoramos un pasado, anhelamos un futuro y no vivimos el presente real con la suficiente intensidad.

Cada día anhelo menos el futuro, será que he llegado a la conclusión que es tiempo perdido e intento vivir más el presente. Lo de añorar el pasado, una parte del pasado claro, eso aún lo mantengo.

Creo que está bien eso de permanecer un tiempecito incomunicado.

A disfrutar de las zambullidas sin terminales.