viernes, 11 de mayo de 2007

PACIENCIA


Ahora que te enfrentas al camino verdadero, llena tu macuto de paciencia.

Utilizamos las metáforas y las comparanzas sin apenas reparar en ellas. Decimos “camino” nos decimos “viajeros” de la “vía”, pero al utilizar estas imágenes no nos visualizamos como “caminantes”.

Hay viajeros que después de pasarse una vida entera volando en aviones, conduciendo automóviles, tomando trenes y navegando, todavía no se han movido de donde estaban. Es como quien aprende muchas lenguas pero no tiene nada que decir en ninguna de ellas. Todos somos un poco así. Hemos viajado para poder regresar al mismo sitio y hemos aprendido lenguas para guardar silencio.

Querámoslo o no estamos embarcados en un viaje extraño llamado vida. No tenemos ningún derecho a aburrirnos con nada de este mundo pues todo es misterioso y es único. Tenemos anhelo de lo desconocido. Como no podemos desear lo que no conocemos, acabamos deseando el conocimiento de lo que nos resulta nuevo. Tenemos un hambre insaciable de novedades.

Pretender olvidar es también absurdo, así como el deseo de recordar. Cuanto más procuramos olvidar algo más nos lo traemos a la mente. Cuanto más pretendemos recordar algo, más se aleja de nosotros.

Cuanto más esfuerzo hacemos por escapar de las redes más nos enredamos. Pasado y futuro nos empujan a concentrarnos en el momento presente.

No merece la pena llamarse estúpido, y repetirnos nuestra propia ineptitud como si fuera un mantra o una letanía. Mucho es lo que ya sabemos pero todavía no lo reconocemos.

Todo nuestro itinerario vital es un inmenso rodeo, un camino de vuelta.

Ahora es necesaria la sencillez y no cargarse los lomos con nuevas y penosas tareas: sabiduría, belleza, felicidad, salud perfecta, bondad, santidad... Son todas ellas nuevas obligaciones que pueden hacernos más necios, más nerviosos, menos saludables, más taimados y demasiado tristes como para ser generosos.

La paciencia requiere paz. Ni héroes ni gusanos, somos tal como somos. Y así transcurre el tiempo.

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