viernes, 27 de abril de 2007

Democracia tecnológica (y demagogia cibernética)

No me refiero a la posibilidad de votar en línea, sino a que ya desapareció la imagen ahora antigua del poeta aterido que acudía tembloroso a que un editor comercial o presupuestario le publicara sus escritos.

En contra de los vaticinios de medrosos o agoreros, la tecnología no está haciendo más que difundir la escritura y, lo que es más importante, la libertad de escritura. Nunca se había escrito con mayor libertad y creatividad que hoy en día. Vale que el fenómeno paga un peaje en moneda de exabruptos vertidos en foros, bitácoras y demás medios de la web, pero el balance es favorable. Además todos estos exabruptos vienen un poco rebajados por las características del medio. Hay quien se embrutece ante el teclado, pero es de un modo semejante a como lo hace al volante. De tal manera que los vituperios en la web son como los proferidos desde el automóvil, están atenuados por la velocidad del vehículo. Como observaron los antiguos pensadores griegos la democracia (tecnológica ahora) tiene su sombra en la demagogia. Como efectos positivos, la seguridad psicológica que da el no estar sometido a mayor aprobación que la del público.

Ahora la élite, la aristocracia, la plutocracia, o como se quiera llamar, queda del lado de la publicitación. Hace pocos días un inédito me preguntó cómo podía publicar sus escritos. Le recomendé que lo hiciera directamente en la web. Es fácil y gratis. Otra cosa es que alguien quiera verse publicitado o ver publicitados sus escritos por la maquinaria empresarial de los grandes medios.

En suma, publicar en línea es fácil, gracias a la tecnología. La publicación impresa tampoco es mucho más cara. Pero, al ser un soporte material, requiere medios de distribución, transporte, venta, etc. que son costosos. Cubrir esos gastos por cuenta ajena requiere convencer a un gestor empresarial o presupuestario público que tal cosa es rentable a nivel comercial o sociopolítico, valga la palabreja. La diferencia entre un tipo y otro de gestor es que el empresarial procurará publicitarlo y venderlo al mayor número posible de personas, mientras que el gestión cultural pública vive más de los memorándums, si bien también tiene sus propios canales (más limitados) de publicidad y distribución.

Con todo, por mucho que un escrito en la web llegue a más público, aún sentimos la reverencia (literalmente) bíblica del papel impreso y cosido a unos forros o cubierta. Además también influye el goce sensorial y la comodidad para leer el libro en papel, al menos de momento, hasta que alguna nueva tecnología o moda (o moda tecnológica) nos determine hacia otra cosa.

(Imagen: collage de Gómez Losada)

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